Por Coki Gonzales
En el Perú nunca estamos contentos con nada. En la década del 90 renegábamos porque el Descentralizado solo lo peleaban Universitario, Alianza Lima y Sporting Cristal. Incluso, la prensa y los hinchas lo llamaban triangular.
En la década del 2000, las cosas cambiaron un poco con los tres subtítulos de Cienciano, pero, sobretodo, con el bicampeonato de San Martín. Esos logros del equipo santo llegaron gracias a un gran trabajo del comando técnico y también de la directiva, que supo conformar un buen plantel gracias a una buena inversión.
Hace unos años, un ruso desconocido en el mundo del fútbol se hizo famoso al comprar el Chelsea de Inglaterra. Roman Abramovich y sus millones ubicaron al cuadro londinense en el primer nivel del fútbol mundial. Consiguió dos Premier, llegó a las semifinales en cinco de las seis últimas Champions, incluyendo una final. Contrató a los mejores jugadores y lo hizo rompiendo el mercado. Hace un par de temporadas el Manchester City hizo lo mismo gracias a los petrodólares del magnate Sulaiman Al-Fahim, miembro de la familia real de Abu Dhabi.
Ni en Inglaterra ni en Europa se escandalizaron por lo que hicieron estos dos multimillonarios. Pero acá criticamos a Edwin Oviedo, del Aurich, y a los directivos de César Vallejo.
La temporada pasada el ‘Ciclón’ tuvo a la plantilla más cara del medio. ¿Ustedes creen que Erick Delgado, Mayer Candelo o Martín Arzuaga hubieran firmado por Aurich si no les ofrecían un gran contrato? La gran inversión convirtió a ese equipo en la sensación del torneo y consiguió la clasificación a la Copa Libertadores luego de 41 años.
Los ejemplos ahora serían Manco, Cicciliano o Zúñiga en el Aurich; Candelo y Hurtado en la Vallejo. Lo concreto es que para que un equipo chico pueda pelear por algo importante, tiene que romper el mercado y esto trae como consecuencia, lamentablemente, elevar los sueldos.
Estos dos equipos no tienen ni el poder de convocatoria ni la exposición mediática de los grandes de Lima, pero, en desmedro de ello, tienen el respaldo de manejarse como sociedades anónimas. Buscan sus objetivos peleando con su mejor arma, que no es otra que una gran billetera.