
Por momentos pueden sobrar ciertos calificativos, pero posiblemente lo que mejor se ajuste a la campaña del Chelsea es poder afirmar que el equipo dirigido por Carlo Ancelotti fue un justo campeón. Al margen de la inolvidable goleada que le propinó al Wigan en la última jornada, el conjunto blue expuso una seguridad en su juego enorme y batió cualquier expectativa posible sobre su desempeño.
Asimismo, el equipo londinense no pudo encontrar mejor manera de celebrar el cuarto título de liga de su historia con una nueva goleada histórica. Convirtió más de seis goles por cuarta vez en la temporada y expuso un potencial futbolístico poco antes visto en Stamford Bridge.
Además, los Blues supieron controlar la presión que supone el fantasma del Manchester United en las espaldas. Ganaron el último duelo desde el primer minuto y consolidaron un año memorable con una segunda mitad llena de goles y jolgorio.
Como si fuera poco, la fiesta del título estuvo acompañada con la consagración de Didier Drogba como máximo goleador del certamen, en detrimento de otro devil, Wayne Rooney. El marfileño se lució con un Hat-Trick y alcanzó la cifra de 29 goles en el campeonato.
El común denominador de los dos encuentros fue que ambos sellaron sus victorias en los primeros minutos del partido.
El Chelsea anotó dos goles precoces mediante Nicolás Anelka y Frank Lampard, de penalti. Incluso, el Wigan se quedó con diez hombres antes del descanso, por la expulsión de Gary Caldwell.
Por su parte, el United quebró la resistencia del Stoke con los tantos de Darren Fletcher y el inoxidable Ryan Giggs.
Así, los complementos de ambos partidos expusieron el estado de ánimo de cada uno de los equipos. El Chelsea se mentalizó a cerrar la obtención del título con una fiesta y el United cayó en un pozo anímico y apenas pudo estirar la ventaja… absolutamente en vano.
La charla en el centro del campo con Michael Ballack como orador sirvió para que el Chelsea saliera a arrasar en los últimos 45 minutos y la fiesta de Didier Drogba ayudó a consolidar una tarde perfecta.
El marfileño se cansó de esperar su turno en la cuota goleadora del equipo y cosechó un hat trick en apenas 17 minutos. El delantero marcó de penalti, de cabeza y de rebote para deslumbrar en la grada al entrenador de su seleccionado, Sven Goran Eriksson y para frustrar el único consuelo que le quedaba vivo a Wayne Rooney.
Mientras tanto, Old Trafford ya era pura decepción y sólo se aguardaba el final del campeonato para poder enfocar las cabezas en el Mundial y en la próxima temporada.
El final del encuentro en Londres se dio con el último gol de Ashley Cole y el Chelsea se coronó campeón con 103 goles a favor, 33 más que los convertidos por el Inter en la Serie A con apenas un partido más disputado.
Ancelotti celebró con su tranquilidad habitual y Roman Abramovich estrechó su mano con cualquiera que se le cruzara en su palco VIP. Sin embargo, los futbolistas descargaron tantos años de frustraciones en el ámbito local y volvieron a levantar el trofeo de la Premier después de cuatro años. El fútbol inglés encontró su justicia… Ganó el mejor.