Ganó por un global de 9-3 gracias a su dominio en las partidas rápidas que ambos disputaron en España con motivo del simposio ‘Valencia, cuna del ajedrez moderno’
Kasparov, que mantenía una ventaja de tres victorias a una de las dos jornadas anteriores, amplió el marcador y llevó la iniciativa en la jornada final, al ganar cinco de las ocho partidas rápidas que ambos jugaron y en las que Karpov sólo pudo imponerse en una y firmar tablas en otras dos.
Si en las dos jornadas previas las partidas semirrápidas dieron veinticinco minutos a cada ajedrecista para desenvolver su juego, esta vez sólo había cinco minutos por cada parte, con lo que el juego ganó en agilidad para rememorar los veinticinco años del primer enfrentamiento de ambos por el campeonato del mundo.
En la primera de ellas, Karpov solventó la desventaja inicial de jugar con piezas negras y ambos se enzarzaron en un duelo cuerpo a cuerpo sobre el tablero, donde la torre y el rey de Anatoli Karpov consiguieron rodear al solitario rey de Kasparov.
Tras las tablas que firmaron en la segunda partida y que no suponían más que una momentánea tregua, Gari Kasparov se adjudicó la tercera al batir numéricamente a su oponente tras saber aprovechar mejor la estrategia defensiva en torno a las principales figuras del tablero que los dos habían planteado.
El ‘Ogro de Bakú’ salió decidido a sentenciar el duelo en las siguientes partidas, y aunque Anatoli Karpov pudo parar en el centro del tablero su juego vertical y obligarle a replantearse sus ofensivas aperturas, agotó antes el tiempo y le cedió la cuarta y la quinta partida a Kasparov.
Apurado por la evidente desventaja en el marcador, Karpov se debatió entre atacar decididamente a su contrincante ante la necesidad de recortar las diferencias y la premura de no dejar descubiertos los flancos, por los que Kasparov exprimió a su rival con un dominio de la sexta partida gracias al juego de sus torres.
Pero Karpov sacó su competitivo carácter para maquillar el dominio de su rival, lo que llevó a que disputarán una séptima partida llena de fluidez y soltura mental que alargó los trescientos segundos de juego iniciales de cada ajedrecista hasta los noventa y seis movimientos realizados por cada parte.
Esta tendencia finalizó en la última de ellas, en la que el duelo se igualó hasta que ambos aceptaron terminar la partida en tablas ante la equidad que existía en el posicionamiento de las piezas y el número de éstas.
Fuente: EFE