
Todo comenzó con la contratación de David Villa. O antes, quizá, cuando el aceitado sistema del Barcelona dejaba ver que las características de Zlatan Ibrahimovic no encajaban en él. Pero el sábado fue cuando la bomba explotó.
El representante del delantero sueco, Mino Raiola, atacó duramente al entrenador del equipo catalán, Josep Guardiola: “Si después de pagar 75 millones, al cabo de un año Guardiola no lo quiere, le recomendaría que fuera a un hospital mental”.
Lo que motivó la violenta frase del agente fue apenas la sospecha de que no entra en los planes del nuevo proyecto, aun cuando el club nunca lo declaró transferible ni se sentó a negociar su salida.
Por eso el presidente azulgrana, Joan Laporta, puso en duda las verdaderas intenciones de Riola. “Está por ver si hizo las declaraciones por ‘motu propio’ o si el jugador sabía que su representante iba a manifestar las palabras poco elegantes que utilizó. Si el jugador quiere marcharse, tendremos que hablar en otros términos”, zanjó.
Y agregó: “Me parece mal el hecho de estar aireando públicamente unos pensamientos. Creo que tendría que ser más reservado y, sobre todo, por las referencias al entrenador, que me parecen de mal gusto. Este señor se excedió”.
Luego aclaró que “Ibra no está en venta”, aunque en la cúpula del Barcelona comienzan a pensar en que la salida del jugador será lo más sano a largo plazo. Su director general, Joan Oliver, coincidió: “No nos gustaron las declaraciones de su agente, sobre todo por el tono que empleó y por un par de referencias: una la que hizo del entrenador y otra en la que decía que, si el club necesita dinero, que se vendiese a Leo (Messi)”.