
Conozco a un árbitro que lleva toda la vida hablándome de lo mucho que le gusta su hobby y lo que odia todo lo que lo rodea. Desde que arbitraba a niños y los padres, agresivos y maleducados, demostraban ser el primer cáncer del fútbol, hasta los aficionados de la división en la que arbitra ahora, dispuestos a darle una paliza al mínimo error. En Serbia la cosa no debe de ser tampoco nada fácil: a este pobre juez de línea le espera una sorpresa totalmente inesperada. Eso sí, el tipo no pierde la concentración.