
Cerrar el año futbolístico español con una final como la propuesta en el Camp Nou era lo máximo que podíamos esperar. Atlético de Madrid y Sevilla, con sus pasiones a cuestas y sus dolores más o menos curados, se dispusieron a jugarse la vida ante 90 mil personas. La Copa del Rey, más que nunca, era una fiesta y un baño de multitudes.
Colchoneros y sevillistas llegaban con una satisfacción reciente: el Glorioso como campeón y los de Nervión ocupando la humilde y gratificante cuarta plaza liguera con acceso a la previa de la Champions League 2010-2011. Sin embargo, todo lo dicho en la previa dejaba de tener sentido y sólo esperábamos un espectáculo apasionante y con enorme paridad.
El Atleti, el candidato de toda España en lo sentimental, aspiraba a conseguir un doblete histórico para la historia reciente del club. El Sevilla, por su parte, necesitaba un título para cerrar una temporada con altibajos y premio final. La pelota comenzaba a rodar.
LA GRAN FINAL DE BARCELONA
Mejuto González, el árbitro cuya despedida está siendo más larga que la búsqueda de Bin Laden, pitó el inicio del partido y desde ese mismo momento ambos equipos comenzaron a pelear por cada palmo de terreno. Los 22 jugadores se apretaban en un sector muy reducido y los primeros minutos eran de pura marca y fricción. La primera jugada elaborada fue un desborde de Navas que Kanouté remató desviado. El Kun respondió con una acción individual que terminó en nada.
Un instante después llegó la primera emoción del partido. Navas remató a puerta pero Domínguez dio rebote y Diego Capel, de zurda y desde el borde del área, fusiló a De Gea para el 1-0. El Sevilla estaba mejor y aprovechaba cada error de un mediocampo colchonero demasiado impreciso. Navas era un puñal y Antonio López no podía pararlo.
Contra todo pronóstico, el Glorioso no se arrugó y con el correr de los minutos fue recuperándose del golpe inicial. Una enorme jugada de Agüero con Forlán estuvo a punto de terminar en empate pero Escudé salvó bajo palos. El Atleti iba con todo y la fortaleza anímica de su momento podía igualar la contienda. Era un partidazo.
El Atleti se mostraba definitivamente recuperado y manejaba el partido a su estilo: con ganas y buscando a los de arriba para que solucionen los problemas. El Sevilla paraba a base de faltas el juego rojiblanco y Mejuto pitaba mucho pero no sacaba tarjetas ante un recurso defensivo más de los andaluces. Los de Quique Flores no merecían ir perdiendo un choque cada vez más duro por culpa del once sevillista.
La primera parte se fue inexorablemente al final. El Sevilla logró parar el juego cada que vez que quiso gracias a Mejuto y su tolerancia con el juego brusco. Finalizó el primer tiempo con victoria parcial de los de Antonio Álvarez que fueron de mayor a menor. El Atleti, todo lo contrario, tuvo ocasiones suficientes como para no ir perdiendo. Sin embargo se fue con 0-1 pero con la sensación de ser mejor que los nervionenses que solo fueron un gol y muchas patadas.
La segunda parte comenzó con un Atlético de Madrid completamente dominador y apoyado por sus 50 mil seguidores. Tiago y Assunçao empujaban el equipo hacia un Palop protagonista y Ujfalusi, aunque limitado, ocupaba la banda derecha colchonera. El Sevilla se mostraba dispuesto a jugar a la contra y, en consecuencia, regalaba pelota y terreno a los de Quique que seguían mereciendo el empate.
El Sevilla tuvo la final en las manos gracias a un extraordinario pase de tacón de Kanouté para un jugador que no debía estar en la final: Negredo se plantó cara a cara con De Gea y el juvenil arquero ganó la partida. Acto seguido, Quique mandó al campo a Raúl García y Jurado por Assunçao y Simao. El Atleti quería posesión y pase para encontrar el gol. ¿Podría?
Antonio Álvarez respondió con un cambio defensivo: Romaric por un intrascendente Negredo -si va al Mundial es para no creer-. El Sevilla resistía como podía a un Atleti con amplia vocación ofensiva. Paulatinamente y gracias a gente como Mourinho, comienza a imponerse la tendencia del pragmatismo: un gol y todos atrás. Atentible, pero impúdico para el espectáculo. El Glorioso jugaba bien y creaba peligro mientras el Sevilla defendía como humanamente podía mientras provovaba y hacía del partido una batalla campal.
Seguía buscando el Atleti por los costados y con paciencia. Reyes penetraba, Forlán se mostraba y el Kun intentaba encontrar el espacio para lastimar. El empate parecía llegar pero no terminaba de concebirse y el partido, ya en la recta final, era de un Sevilla que con fortaleza física y algo de fortuna, se coronaba campeón de la Copa del Rey.
El Atleti no lo consiguió pero fue épica su actitud, su decencia y sus ansias de ganar. No pudo porque no le dejaron y porque las faltas del Sevilla no fueron castigadas por un Mejuto que se va del fútbol como siempre, con más pena que gloria, impartiendo injusticia y favoreciendo a los que no quisieron jugar. Navas puso el 0-2 a la contra.
El Sevilla es el nuevo campeón de la Copa del Rey 2009-2010. ¡Felicidades!